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JUANA ¿Y se ha de casar usted con un rústico labriego! ELISA Sí; ya he dado mi palabra. JUANA ¿Lo sabe aquel caballero? ELISA ¿Quién? JUANA ¿Quién ha de ser? Aquel que hace dos años y medio que la adora a usted y bebe por esa cara los vientos. ELISA ¡Ah!... Don Miguel. JUANA ¡Y al nombrarle me pone usted ese gesto! ¿Conque ya no hay esperanza para él? ELISA Ya ves, acepto la mano de otro... JUANA Es decir que cual humo se ha deshecho el antiguo amor... ELISA ¡Amor! Aquello fue un pasatiempo. Me agradaba su figura, su uniforme, su despejo... ¿Qué sé yo? Me complacía en bailar con él y creo que no me sonaban mal en su boca los requiebros. Quizá también de la mía se deslizó en un momento de imprudencia alguna frase que halagara sus deseos; mas yo no perdí el color ni el apetito ni el sueño, síntomas averiguados de un cariño verdadero; y él por su parte, a pesar de que hacía mil extremos, nunca llegó seriamente a hablarme de casamiento. JUANA Por pura delicadeza. Ya ve usted, un subalterno... Pero yo sé que esperaba de un día a otro el ascenso a capitán... ELISA Aún así fuera mucho atrevimiento, siendo hija yo de un marqués, que aspirara a ser mi dueño. JUANA Perdone usted. Él es hijo de barón... ELISA No te lo niego, mas no es segundón siquiera, que cuatro hermanos nacieron antes que él y están casados, y con prole todos ellos. ¡No es nada lo que tendrían que atarearse los médicos para que él llegara a ser lo que su padre y su abuelo! Y aún eso importara poco como él tuviera otro genio; pero es celoso, tronera, suspicaz y pendenciero. ¿Casarme con él? ¡Jesús! Mi casa fuera un infierno.
Ahora bien, no podía ser sino allí. Yagual olfateó la piedra ¿ un sólido bloque de mineral de hierrö y dio una cautelosa vuelta en torno. Bajo el sol a mediodía de Misiones, el aire vibraba sobre el negro peñasco, fenómeno éste que no seducía al fox-terrier. Allí abajo, sin embargo, estaba la lagartija. El perro giró nuevamente alrededor, resopló en un intersticio y, para honor de la raza, rascó un instante el bloque ardiente, hecho lo cual regresó con paso perezoso, que no impedía un sistemático olfateo a ambos lados.Entró en el comedor, echándose entre el aparador y la pared, fresco refugio que él consideraba como suyo, a pesar de tener en su contra la opinión de toda la casa. Pero el sombrío rincón, admirable cuando a la depresión de la atmósfera acompaña la falta de aire, tornábase imposible en un día de viento norte. Era éste un flamante conocimiento del fox-terrier, en quien luchaba aún la herencia del país templado ¿Buenos Aires, patria de sus abuelos y suyä donde sucede precisamente lo contrario. Salió, por lo tanto, afuera, y se sentó bajo un naranjo, en pleno viento de fuego, pero que facilitaba inmensamente la respiración. Y como los perros transpiran muy poco, Yaguaí apreciaba como es debido el viento evaporizador sobre la lengua danzante puesta a su paso.El termómetro alcanzaba en ese momento a cuarenta grados. Pero los fox-terriers de buena cuna son singularmente falaces en cuanto a promesas de quietud se refiera. Bajo aquel mediodía de fuego, sobre la meseta volcánica que la roja arena tornaba aun más caliente, había lagartijas.
-¡Ya puedo respirar libremente... ya me encuentro en mi verdadera atmósfera! Sólo aquí, en este lugar de mis predilecciones, en mi quinta abacial, tan llena de encantos y de misterio, puedo calmar en parte la inquietud que me devora el alma... ¡pero, qué inquietud, Dios mío!-¿Tu quinta has dicho...? Nunca he sabido...-Sí, Pedro; tiempo hace ya que este hermoso retiro, con sus verdes frondas, su claustro y su silencio me pertenece de derecho. Espero que muy pronto ha de pertenecerme también de hecho, a no ser que la adversidad o el destino hayan dispuesto otra cosa.-Pues quiera el cielo se cumplan sus votos y seas por largos años el único dueño de tan bella posesión, aunque la crea más útil para ti, por los placeres ideales que te proporciona, que por lo que de ella hayas de lucrarte.-¡Lucrarme...! Siempre esa palabra, siempre el tanto por ciento; ¿qué me supone a mí el lucro?-Quizá nada, por más que la ganancia y el tanto por ciento hayan de ser, como quien dice, temas obligados en las realidades de la vida. Dichoso el que puede prescindir de semejantes pequeñeces; mas de lo que tú no podrás prescindir, es de un buen capital con el cual te sea fácil y decoroso dar más honesta apariencia a esas ventanas y puertas desvencijadas, por las que penetran la lluvia y el frío como huéspedes importunos; reparar esos paredones por todas partes agrietados y, en fin, levantar los techos medio hundidos que al menor soplo amenazan desplomarse.
¿¡Pero cuándo llegará el día que hagas algo de provecho, Rodolfo!¿exclamó la mujer de mi hermano. ¿Mi querida Rosärepliqué, soltando la cucharilla de que me servía para despachar un huevo,¿¿de dónde sacas tú que yo deba hacer cosa alguna, sea o no de provecho? Mi situación es desahogada; poseo una renta casi suficiente para mis gastos (porque sabido es que nadie considera la renta propia como del todo suficiente); gozo de una posición social envidiable: hermano de lord Burlesdón y cuñado de la encantadora Condesa, su esposa. ¿No te parece bastante? ¿Veintinueve años tienes, y no has hecho más que... ¿¿Pasar el tiempo? Es verdad. Pero en mi familia no necesitamos hacer otra cosa. Esta salida mía no dejó de producir en Rosa cierto disgustillo, porque todo el mundo sabe (y de aquí que no haya inconveniente en repetirlo) que por muy bonita y distinguida que ella sea, su familia no es con mucho de tan alta alcurnia como la de Raséndil. Amén de sus atractivos personales, poseía Rosa una gran fortuna, y mi hermano Roberto tuvo la discreción de no fijarse mucho en sus pergaminos. A éstos se refirió la siguiente observación de Rosa, que dijo: ¿Las familias de alto linaje son, por regla general, peores que las otras.
CORO MAYORA POLONIA«Pues el sol placentero ya nos anuncia el día, para que cuantos lleguen nuestros afanes sirvan, comerciantes del Rastro, muy buenos días. ¡Mis ricos panes (Sola.) llevad, galanes; vamos, mocitas, a mis rosquitas! ¡Qué regalada, qué resalada. qué calentita que está mi ollita! (Esto en tono de pregón representando la orquesta.) JUANA ¡A mis repollos! NICOLASA ¡Qué ricos bollos! ESPEJO ¡Al aguardiente! CARRETERO ¡Al hierro viejo! LADVENANA ¡Tocino añejo,lomo y salchichas!CORO¡Comerciantes del Rastro, muy buenos días!».(Salen, de compradores, mozos de asistencia, con tres o cuatro esportillos cada uno, CHINICA y CAMPANO, y CALLEJO, de librea, con capa correspondiente y esportillo grande, y detrás de él PEPITO, de asturiano recién venido, con los brazos cruzados y cantando el mismo aire.)
¿ ¿Y el Congo americano? ¿inquirió Max Huber¿. ¿Acaso no falta agregar un Congo americano? ¿ ¿Para qué, mi querido Max?¿ le contestó John Cort¿. ¿Acaso nos faltan grandes extensiones en los Estados Unidos? ¿Qué necesidad hay de colonizar tierras en otros continentes cuando aún tenemos centenares de miles de kilómetros cuadrados de territorio virgen entre Alaska y Texas? ¿ ¡Pero si las cosas continúan así, las naciones europeas terminarán por repartirse África y nada quedará para tus compatriotas! ¿Ni los norteamericanos ni los rusos tienen nada que hacer en el Continente Negro ¿repuso John Cort con acento terminante. ¿ ¿Pero por qué? ¿Porque es inútil fatigarse caminando en busca de lo que se tiene al alcance de la manö ¿ ¡Bah! Ya verás, querido amigo. El Gobierno Federal de los Estados Unidos reclamará uno de estos días su parte en el postre africano. Si hay un Congo francés, otro belga, y otro alemán, hay un Congo independiente que sólo espera la oportunidad de dejar de serlo. Y a esto cabe agregar la enorme extensión sin explorar que llevamos ya tres meses recorriendö ¿Explorando como curiosos y no como conquistadores, Max.
Mediaba el año de 1814. La libertad sudamericana había cumplido su primer lustro de existencia entre combates y victorias; era ya un hecho: tenía ejércitos guiados por heroicos paladines, y desde las orillas del Desaguadero, hasta la ciudadela de Tucumán, nuestro suelo era un vasto palenque, humeante, tumultuoso, ensangrentado, que el valor incansable de nuestros padres, disputaba palmo a palmo, al valor no menos incansable de sus opresores.En aquel divorcio de un mundo nuevo, que quería vivir de su joven existencia, y de un modo añejo, que pretendía encadenarlo a la suya, decrépita y caduca; en ese inmenso desquiciamiento de creencias y de instituciones, todos los intereses estaban encontrados, los vínculos disueltos; y en el seno de las familias ardía la misma discordia que en los campos de batalla.A los primeros ecos del clarín de mayo, los jóvenes habían corrido a alistarse bajo la bandera de los libres. Los viejos, apegados a sus tradiciones, volvían los ojos hacia España; y temiendo contaminarse al contacto del suelo rebelde que pisaban, recogían sus tesoros, y se alejaban desheredando a sus hijos insurgentes y dejándoles por único patrimonio una eterna maldición.Vióseles a centenares, arrastrando consigo el resto de sus familias, vagar errantes, siguiendo los ejércitos realistas en sus peligrosas etapas al través de frígidos climas, o marcharse a la Península, dejándolas abandonadas entre hostiles pueblos del Alto Perú.
TODOS: "Buenas eran las azucenas; mas las clavellinas eran mas buenas." UNO: "Si las rosas eran lindas, lindas son las maravillas, mejores las clavellinas, olorosas las mosquelas." TODOS: "Buenas eran las azucenas; mas las clavellinas eran mas buenas." UNO: "Verde estaba el toronjil, el mastuerzo y perejil, y más verde por abril el poleo y la verbena." TODOS: "Buenas eran las azucenas; mas las elavellinas eran mas buenas."CARMENIO: ¿Venimos tarde o temprano? CELAURO: Buena hora pienso que es; que agora raya las tres del reloj del sol la mano, y el cura hisopaba ya, señal que acabado había las vísperas. TORILDA: ¡Lindo día! TIRSO: Es San Juan. ¿Qué no tendrá? Poca gente ha de venir hoy al baile.
El otro día, al revisar mis papeles, hallé en mi mesa la siguiente copia de una carta que envié, un año ha, a un viejo conocido del colegio.Querido Charles:Creo que cuando tú y yo estuvimos juntos en Eton no éramos lo que podría llamarse personajes populares; tú eras un ser sarcástico, observador, perspicaz y frío; no intentaré trazar mi propio retrato, pero no recuerdo que fuera especialmente atractivo, ¿y tú? Desconozco qué magnetismo animal nos unió; desde luego, yo jamás albergué por ti sentimiento alguno que se pareciera al de Pilades y Orestes, y tengo razones para creer que, por tu parte, estabas igualmente lejos de cualquier sentimiento romántico. No obstante, fuera de las horas lectivas, estábamos siempre juntos, charlando y paseando; cuando el tema de conversación eran nuestros compañeros o nuestros maestros, nos comprendíamos mutuamente, y cuando yo recurría a alguna expresión de afecto, a un aprecio vago por algo excelente o hermoso, tanto si era de naturaleza animada como inanimada, tu sardónica frialdad no me impresionaba; entonces, como ahora, me sentía superior a tal freno. Ha pasado mucho tiempo desde que te escribí y más aún desde que nos vimos; el otro día, hojeando casualmente un periódico de tu condado, mis ojos fueron a dar con tu nombre. Empecé a pensar en los viejos tiempos, a repasar los acontecimientos ocurridos desde que nos separamos y me senté para escribir esta carta; no sé cuáles han sido tus ocupaciones, pero oirás, si decides escucharme, cómo el mundo me ha tratado a mí.
SÓCRATES. ¿En verdad, te estoy sumamente reconocido, Teodoro, por haberme puesto en relación con Teeteto, así como con el extranjero. TEODORO: ¿¿Y quién sabe, Sócrates, si me deberás tres veces más reconocimiento, cuando te hayan explicado la política y la filosofía? SÓCRATES. ¿Perfectamente, mi querido Teodoro; pero ¿es ese el lenguaje que corresponde a un hombre, que sobresale en el cálculo y en la geometría? TEODORO. ¿¿Qué quieres decir con eso, Sócrates? SÓCRATES. ¿¿Qué? Que pones en igual lugar a dos hombres, que difieren por su mérito mucho más allá de las proporciones conocidas en nuestro arte. TEODORO. ¿Muy bien, Sócrates, ¡por nuestro Dios, por Ammón! Con razón y con justicia me echas en cara una falta de cálculo; pero tranquilízate, porque día vendrá en que tome yo mi desquite. Con respecto a ti, ¡oh, extranjero!, no te esfuerces en nuestro obsequio, y ya prefieras hablar de política o de filosofía, escoge inmediatamente y prosigue tu discurso. EXTRANJERO. ¿Eso es, en efecto, Teodoro, lo que conviene hacer. Puesto que hemos puesto manos a la obra, no debemos detenernos hasta no haber llegado al término de nuestras indagaciones. Pero en cuanto a Teeteto que está presente, ¿cómo me conduciré con él? TEODORO. ¿¿Qué quieres decir con eso? EXTRANJERO. ¿¿Le dejaremos descansar, y pondremos en su lugar a este apreciable Sócrates, su compañero de ejercicios? ¿O eres tú de otra opinión?
EL MONJE ROMANO, á la lumbre.ERMITAÑO¡Qué tormenta nos amaga! ¡Qué noche, válgame el cielo! Y esta lumbre se me apaga... ¡Si está lloviznando hielo! ¡Cuán grande á Dios se concibe en aquesta soledad! ¿De quién sino de Él recibe su aliento la tempestad? ¿Cuyo es el terrible acento y el fulgor que centellea cuando zumba airado el viento y el cenit relampaguea? ¿Quién peñas y árboles hiende con la centella veloz, como segador que tiende las espigas con su hoz? ¿Quién sino Dios, que se asienta sobre las nubes sereno cuando en las nubes revienta el fragor del ronco trueno? Señor, que de las alturas de tu omnipotencia ves á las pobres criaturas que se arrastran á tus pies, detén, Dios bueno, tus iras, detén tu justo furor, si justa saña respiras contra la obra de tu amor. Pudiste en un punto hacerla, Y tu inmensa potestad puede en otro deshacerla si tal es tu voluntad; mas considera, Dios mío, que vas á igualar así al que se te aparta impío y al que se postra ante ti.Mas tanto tardar me extraña, y estoy temiendo por él... ¿Por qué deja la cabaña en una tarde tan cruel? ¡Válgame la Virgen Santa! Si á espesar la lluvia empieza, ¿cómo con segura planta podrá subir la aspereza de esa desigual garganta por do la senda endereza? ¡Infeliz! ¡Cuánto en el mundo lleva sin duda sufrido; cuánto es su dolor profundo, y cuánto está arrepentido! Mas siento pasos... Parece
Imposible es que Dios cuando hizo al hombre no estuviese de malísimo humor, y de peor ganas de hacerlo; puesto que nada ha salido de sus divinas manos, ni más mal hecho, ni de condiciones más opuestas y contradictorias.¡Ah! ¡Quién fuera un ciudadano notable y no un pobre ciudadano de ninguna parte como soy yo, para tener el placer de no hacer nada, el mayor de los placeres de este mundo!, me digo a veces, cuando tengo por delante de mí media resma de papel que está pidiendo a gritos el dejar de ser blanco, deseo que no es muy común a las cosas de este color.¡Ah! ¡Quién fuera abastecedor o cosa parecida, para ser rico y tener el derecho de no recibir a nadie cuando me diese la gana, y poder solo mi alma escribir a mis anchas cuando me acosa la manía de hacerlo!, me digo otras veces.Y era ayer uno de esos días en que más deseo estar solo y conversar conmigo mismo, para luego conversar con el público, que es lo mismo que no conversar con nadie, cuando unos golpecitos dados con un bastón sobre la puerta me hicieron estremecer cual si tuviese yo la nerviosa organización de don Manuel Oribe, y los golpes sobre mi puerta combinasen los dos sonidos Gar-zón.
Poca agua lleva el río, el estanque se ha secado, y nosotros, tú y yo, somos camaradas. Con fiebre en las quijadas, el flanco lleno de polvo, nos empujamos siguiendo la ribera. El miedo a padecer sed nos inmoviliza, nadie piensa ya en cazar y matar. Ahora puede ver el cervatillo que la Manada de Lobos tiene miedo como él, mientras el majestuoso gamo ve sin inmutarse los colmillos que a su padre degollaron. Poca agua en los estanques, los ríos se han secado, y nosotros, tú y yo, seremos compañeros de juego, hasta que aquella nube (¡Buena caza!) descargue la lluvia que rompa nuestra Tregua del Agua.La Ley de la Jungla, que es con mucho la más antigua de las leyes del mundo, tiene previstos casi todos los accidentes que puede sufrir el Pueblo de la Jungla, por lo que actualmente su código es tan perfecto como puedan haberlo hecho el tiempo y la costumbre. Recordaréis que Mowgli pasó gran parte de su vida con la Manada de Lobos de Seeonee, aprendiendo la Ley con Baloo, el Oso Pardo. Y fue Baloo quien le dijo, al ver que el chico se impacientaba al recibir órdenes constantemente, que la ley era como la liana gigante, ya que caía sobre las espaldas de todo el mundo, sin que nadie pudiera zafarse.
Después de traspasar el Guayra, y por un trecho de diez leguas, el río Paraná es inaccesible a la navegación. Constituye allí, entre altísimas barrancas negras, un canal de doscientos metros de ancho y de profundidad insondable. El agua corre a tal velocidad que los vapores, a toda máquina, marcan el paso horas y horas en el mismo sitio. El plano del agua está constantemente desnivelado por el borbollón de los remolinos que en su choque forman conos de absorción, tan hondos a veces, que pueden aspirar de punta a una lancha a vapor. La región, aunque lúgubre por el dominio absoluto del negro del bosque y del basalto, puede hacer las delicias de un botánico, en razón de la humedad ambiente reforzada por lluvias copiosísimas, que excitan en la flora guayreña una lujuria fantástica.En esa región fui huésped, una tarde y una noche, de un hombre extraordinario que había ido a vivir a Guayra, solo como un hongo, porque estaba cansado del comercio de los hombres y de la civilización, que todo se lo daba hecho; por lo que se aburría. Pero como quería ser útil a los que vivían sentados allá abajo aprendiendo en los libros, instaló una pequeña estación meteorológica, que el gobierno argentino tomó bajo su protección.
MÚSICA(Dentro.) Pues es día de contento de placer y de alegría, regocíjese la tierra, que el cielo se regocija, y gócese el día al ver que la tierra y el cielo compitan lloviendo favores, finezas y dichas.Abra la infausta boca del lóbrego bostezo de esta roca y arrójeme violento el pálido suspiro de su aliento hoy del Alpe a las ásperas montañas abortado embrión de sus entrañas, y pues terror de aquestos horizontes el bronce de la fama me disfama cuando bruto monarca de sus montes, rugiente león me llama, suene a verdad el bronce de la fama, no habiendo, aunque más vele, quien no llore ver al león buscando a quien devore, mayormente este día que de sus moradores la fe pía, como si en días hubiera diferencia, de día de Dios le da por excelencia el nombre, y a honra suya y pena mía católica concurre su alegría a ese desierto templo que entre sus erizados riscos yace. Mas ¿qué mucho, si nace de su monarca el culto, que a su ejemplo haga el vasallo lo que el dueño hace? Y pues en él contemplo nuevo austral enemigo hoy he de ver si perturbar consigo su devoción valiéndome en su ultraje también yo de mi bruto vasallaje. ¡Oh, tú, que en los verdores ya de las selvas, ya de los jardines, bandido monstruo asaltas sus confines brindando con equívocos colores en la adelfa lo dulce del veneno y lo amargo del tósigo en las flores, tú que al conjuro cautelando errores, aun más de astucias que de sañas lleno, conservas defendido de la tierra y la cola aquel sentido que el paso a la voz cierra,DEMONIOAbra la infausta boca del lóbrego bostezo de esta roca y arrójeme violento el pálido suspiro de su aliento hoy del Alpe a las ásperas montañas abortado embrión de sus entrañas, y pues terror de aquestos horizontes el bronce de la fama me disfama cuando bruto monarca de sus montes, rugiente león me llama, suene a verdad el bronce de la fama, no habiendo, aunque más vele, quien no llore ver al león buscando a quien devore, mayormente este día que de sus moradores la fe pía, como si en días hubiera diferencia, de día de Dios le da por excelencia el nombre, y a honra suya y pena mía católica concurre su alegría a ese desierto templo que entre sus erizados riscos yace. Mas ¿qué mucho, si nace de su monarca el culto, que a su ejemplo haga el vasallo lo que el dueño hace? Y pues en él contemplo nuevo austral enemigo hoy he de ver si perturbar consigo su devoción valiéndome en su ultraje también yo de mi bruto vasallaje. ¡Oh, tú, que en los verdores ya de las selvas, ya de los jardines, bandido monstruo asaltas sus confines brindando con equívocos colores en la adelfa lo dulce del veneno y lo amargo del tósigo en las flores, tú que al conjuro cautelando errores, aun más de astucias que de sañas lleno, conservas defendido de la tierra y la cola aquel sentido que el paso a la voz cierra, pues de un oído es la sordez la tierra y la cola sordez del otro oído, tú, en fin, que el escondido áspid de aquel primer vergel eres...
Hace tanto tiempo que se desea conocer lo que haya de cierto en los singulares acontecimientos ocurridos al señor de Balantry, que la curiosidad pública dará una magnífica acogida a este relato. Yo, que estuve íntimamente ligado a la historia de esta distinguida casa durante los últimos años, soy quizá quien se halla en más ventajosa situación para relatar con fidelidad de historiador cuanto sucedió. También soy quien, con más imparcialidad, puede juzgar los diferentes y complejos aspectos de cuantos personajes intervinieron en dichos sucesos. Traté al señor de Balantry y conocí muchos aspectos secretos de su vida, poseo además algunos fragmentos de sus memorias; fui casi su único acompañante en su último viaje, formando parte de aquella angustiosa invernal de la que tanto se habló, y, finalmente, presencié su muerte. En cuanto al difunto Lord Durrisdeer, a quien serví fielmente durante treinta años, a medida que le fui conociendo íntimamente, más creció mi afecto por él. En resumen: no quiero que desaparezcan tantos testimonios y considero que es mi deber contar la historia acerca de milord. De este modo, pagada mi deuda, confío que mis últimos años transcurrirán más tranquilos y mi canosa cabeza podrá descansar con mayor sosiego sobre la almohada. Los Duries de Durrisdeer y de Balantry pertenecían desde los viejos tiempos del monarca David a una digna familia del sudoeste. De la antigüedad de su estirpe son testigos los versos que aún circulan por la comarca:Los Durrisdeer son gentes puntillosas, con muchas lanzas a caballo montan.Igualmente, el nombre que se cita en la segunda estrofa ha sido referido por algunos a los acontecimientos de este relato.Dos Duries en Durrisdeer, uno para enjaezar y otro para cabalgar.
JUAN: ¡Hermosa vista! LEONARDO: Un abril goza en sus puertas Sevilla. JUAN: Es octava maravilla. LEONARDO: Ya la fama cuenta mil, porque a las siete del mundo no hay quien la suya no aumente. JUAN: Al Escorial justamente le dan lugar sin segundo. SANCHO: Yo sé siete maravillas nuevas, que con más razón dignas de este nombre son. JUAN: Quiero oíllas. SANCHO: Yo decillas. La primera, si se mide con las antiguas, por tres puede valer. LEONARDO: ¿Y cuál es? SANCHO: Una mujer que no pide. JUAN: Si es de Madrid la mujer. SANCHO: Es segunda maravilla un caballero en Sevilla sin ramo de mercader. La tercera es justamente un calvo alegre de sello, y que no arrastre el cabello desde el cogote a la frente. La cuarta, una doncellita que no casarse desea. La quinta, una mujer fea que los años no se quita. Por sexta quiero contar un bien contento soldado; y por séptima, un casado que le pese de enviudar. La octava es un mercader sin achaques de logrero; un oficial de barbero sin guitarra en que tañer; una dama que se alegra con agua pura la faz; un marido mozo en paz con cuñados y con suegra; sin un San Pedro y San Pablo la iglesia de alguna aldea, y un tahur que no desea tal vez que le lleve el diablo.
Desde su nacer fué desafortunado aquel sabio infeliz. Casi estoy por decir que antes de nacer lo era ya. Le cupo suerte de gemelo y, si por los consiguientes se juzgan los antecedentes, es muy presumible que en el claustro materno le tocara la habitación peor.Vino á esta existencia el segundo. Todos los gestos y exclamaciones de alegría hechos por los padres al advenimiento del primer hijo, trocáronse en gestos de contrariedad y exclamaciones de disgusto al presentarse el otro. No eran ricos los padres y aquella propina filial les amargó el buen parto.Á más de ello, si el primer hijo era robusto y mantecoso, era el segundo pellejoso y enclenque. El médico tuvo que propinarle una tanda de azotes para que rompiese á llorar y llorando empezara á vivir, como empezamos todos.En su bautizo calentó el agua de más el monaguillo, y cargó la mano en la sal el cura; de modo que le achicharraron la piel y le pusieron la boca como tocino rancio. Á poco si la madrina le deja caer al suelo; á poco si le asfixia el padrino al atarle los cordoncillos de la gorra. Por lo que hace á nombre le pusieron Anatolio, sin más añadiduras.
A la verdad, aunque todas las misas sean idénticas y su valor igualmente infinito como sacrificio en que hace de víctima el mismo Dios, yo preferí siempre oír la del señor doctoral de Marineda, figurándome que si los ángeles tuviesen la humorada de bajarse del cielo, donde lo pasan tan ricamente, para servir de monaguillos a los hijos de los hombres, cualquier día veo a un hermoso mancebo rubio, igual que lo pintan en las Anunciaciones, tocando la campanilla y alzándole respetuosamente al señor doctoral la casulla.Vivía el señor doctoral con su ama, mujer que había cumplido ya la edad prescrita por los cánones, y con un gato y un tordo, de los que en Galicia se conocen por "malvises", y silban y gorjean a maravilla, remedando a todas las aves cantoras. La casa era, más que modesta, pobre, y sin rastro de ese aseo minucioso que es el lujo de la gente de sotana. Porque conviene saber que el ama del doctoral, doña Romana Villardos Cabaleiros, había sido, in illo tempore, toda una señora, en memoria de lo cual tenía resuelto trabajar lo menos posible, y señora muy padecida, llena de corrimientos y acedumbres, en memoria de la cual seis días cada semana se guillaba enteramente, entregándose a tristes recordaciones y olvidando que existen en el mundo escobas y pucheros. En el hogar del canónigo ocurrían a menudo escenas como la siguiente:Volvía de decir la misa, y mientras arriaba los manteos y colgaba de un clavo gordo la canaleja, su débil estómago repetía con insinuante voz. "Es la horita del chocolate". Alentado por tan reparadora esperanza, el doctoral se sentaba a aguardar el advenimiento del guayaquil. Pasaba un cuarto de hora, pasaba media... Ningún síntoma de desayuno. Al fin, el doctoral gritaba con voz tímida y cariñosa:-¡Doña Romana..., doña Romana!Al cabo de diez minutos respondía un lastimero acento:-¿Qué se ofrece?-¿Y... mi chocolate?-¡Ay! -exclamaba la dolorida dueña-. Hoy no estoy yo para nada... ¿Sabe usted qué día es?-Jueves, 6 de febrero; Santas Dorotea y Revocata...-Justo... El día que, hallándome yo más satisfecha, voy y recibo la carta con la noticia de que mi cuñado el comandante se había muerto del vómito en Cuba... ¡Ay Dios mío! ¡El Señor de la vida me dé paciencia y resignación!
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