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Se trata más o menos de lo mismo que en anteriores entregas, pero esta vez con unos cuantos subtÃtulos que de algún modo habrán de procurar establecer una relación directa u oblicua con el texto que preceden. Será algo asà como la fruta escarchada en el roscón de reyes a la que algunos somos adictos, un subgrupo de pequeños epÃgrafes no edulcorados sino probablemente todo lo contrario. Los mismos que comparten el apetito por la sangre del conde Orlok, o el de los diabéticos por el azúcar, una necesidad que los afectados apenas pueden gestionar, y que son más o menos los mismos que intentan escribir, o decir a viva voz, lo que la gente no quiere oÃr.
Alex Piret es español -gentilicio sospechoso que no estamos seguros si perdurará-, de borrosa ascendencia belga -para mejorar las cosas-, nacido en el 1372-73 del calendario musulmán, justo antes de la muerte de Evita y de que Harry S. Truman detonara a Charlie (31 kilotones), y mucho antes de Microsoft y los sistemas operativos. De clase media baja y familia estructurada pero con evidentes trastornos dramático-emocionales... TLP, como buena parte del personal. Estudió Psicología, Literatura Inglesa, ha sido street -boss para ECI, pero on the soft side, y no tiene carné de conducir. Vivió en Punta (del Este), Montevideo, Buenos Aires, Madrid, Roma, París... (alegóricamente, como Kate Winslet en la cinta de Sam Mendes), Londres, Barcelona... y vive ahora en la comarca, entre buenos catalanes, "que son seres que se han pasado la vida siendo españoles 100% y ahora les han dicho que tienen que hacer otra cosa", como quería Pla. Ha escrito veinte libros o más, pero no lo has leído nadie, o casi nadie, salvo su profe de Contemporary English lit. en Malet St, y un tío abuelo en Kansas City, Sevilla (por motivos peregrinos aunque indiscutiblemente generosos), y unos doscientos cafiolos que se los han bajado de gorra en la Red, y su mujer, que también ha apadrinado un niño en Trujillo, Honduras. Ha tenido buenos amigos (en la actualidad desaparecidos) y es un buen dago él también, y nadie sabe por qué narices no ha cambiado de idioma, -por parsimony, propinquity, polarización...-, por qué diablos seguir escribiendo en una lengua que tantos hablan pero que tan pocos saben leer o escribir. Un tipo legal que paga sus impuestos y visita a su madre who`s going slowly but steadily nuts...y no espera nada, absolutamente nada, de usted.
Le puede gustar más o menos, o no le puede gustar nada, pero ahí está. Puede vivirla o no, aunque renunciar a ella requiere la clase de esfuerzo que probablemente no esté usted dispuesto a hacer. Y estoy hablando de la vida en toda su magnitud, aunque uno no sea propenso a magnificarla sin saber bien porqué. Que la vita, mucho me temo, viene en todos los tamaños, grande, pequeño o insignificante. El caso es que llegado cierto punto, la mentira y el engaño con los que algunos merodean son sustituidos por la más llana estupidez. Uno empieza a ver los despropósitos y necedades que llenan el espacio vacío entre las decisiones importantes que a veces nos toca tomar o que toman otros por nosotros... si el matrimonio o la pareja, si la paternidad o la soltería usque in finim, si gasolina o eléctrico, si invadir Ucrania o cualquier otro país, y cuáles son países y cuáles no, y por qué todos quieren serlo, pequeños muy pequeños o rabiosamente grandes, con sus banderas, presupuestos y políticos, cuando podríamos ser todos una gran y feliz comunidad, si misiles o armas nucleares tácticas o palos y piedras, si subir o bajar los tipos para que todo siga igual, si implantarte pelo en Estambul o ir al cero y hacerte crecer una barba como la de Valle Inclán, de la que se ocupe luego el barbero, si todo al final va de algoritmos o es solo una cuestión de monos, como en el video de Cold Play. Si uno se detiene a pensar solo un segundo, tiene la sensación de que entre una cosa y otra hay mucho, un montón de ridículo, cuando estas no son ridículas en sí mismas. Y no digo ridículo como sustantivo o adjetivo masculino, sino más bien como en Pérez Galdós, cito: y"comprendió como lo ridículo se le venía encima". Que no lo ha entendido aún, permita se lo explique entonces de otra manera. No estoy hablando de ridículo igual que en ñoño o irrisorio, sino como en grotesco. Hablo de ridículo como naturaleza de lo sagrado, de lo mal que están las cosas y de la poca capacidad que tenemos de actuar sobre ellas. Hablo de idiosincrasia, conducta social e interacción, de lo mal que está todo y del mal que nos hacemos mutuamente. Si ridículo es prácticamente Todo se diría que estamos ya en el punto de no retorno, y del cinismo se sale solo de dos formas: superándolo o hundiéndose con él. Este es un libro irreverente, como lo han sido los anteriores, no es patético ni pesimista, no es una moral de urgencia como en Nietzsche, sino algo parecido a la Enciclopedia nazi de Eslava Galán, y a la frustración de Jean-Luc (Godard) "porque si las cosas no saliesen como espero, aún así no cambiaría mis expectativas". Y es también el tercer set de un partido que voy a perder, y mi particular estilo de ejercitar el sentido del humor antes de que todo se vaya a la mierda. Porque al final se trata solo de sonreír, que reír ya nos hacen reír los cabrones de los otros. Y si al entrar aquí usted no leyó algo como"Lasciate ogni speranza, voi ch`entrate", sino algo entre el español y el inglés, o el javanés, el maltés o el catalán, algo entre el francés (ridicule) o el rumano (ridicol), y el latín (de ridere y el sufijo culum) es por darle a este tercer volumen un aspecto menos local y más internacional, y porque no se trata de uno de lo siete defectos del español, sino de una categoría universal. Algo que está en la naturaleza de muchos, de los alemanes y de los franceses también. Y si usted ha leído prepucio y no prefacio como debería ser, es por dos razones, porque el lenguaje nos habla o habla por nosotros, porque a veces las palabras nos la juegan y somos nosotros los que le atribuimos una responsabilidad que es solo nuestra, como la de haber matado a Dios, diría Nietzsche. Lo que me da derecho a decir que este libro no lo he escrito yo, sino el lenguaje, y de la única parte de la que me hago responsable es de aquella que pueda hacerle gracia o entretenerlo.
En esta ocasión me he tomado el atrevimiento de hacer públicas las consultas de mis analizantes manteniendo siempre el anonimato, con la excepción de género y procedencia, que en tiempo de guerra y estadística se dirían imprescindibles para los amantes de las categorías inútiles. La clave está en que cuando nos vemos amenazados globalmente por parte de los poderes fácticos a los que se les ha ido la hoya, las alertas en nuestro tronco encefálico ( donde se origina el instinto de supervivencia) se disparan y ya no hay nada que las controle, salvo quizás una buena serie -otra- de David Simon, o maneras varias de mantener la calma cuando vienen mal dadas. Deténgase por un minuto antes de seguir adelante e imagine un futuro en que el planeta entero esté bajo el control de sujetos como Ante Pavelic, Enver Oxha, Sadam, Pol Pot o el demócrata orgánico antes conocido como el General Francisco Franco. Algunos de los cuales estudiaron en Francia y otros, cuasi analfabetos, descansan plácidamente en el cementerio de Mingorrubio o en el Sacramental de San Isidro, tipos recios entre otros líderes carismáticos mucho más remilgados como un buen gallego, nuestro muy somero Bertiño, Tucho o Alberte, que dirían mis paisanos.Y dígame ahora si en una situación parecida habría lugar para la esperanza...
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