Gjør som tusenvis av andre bokelskere
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Después de haber sobrevivido a la fatÃdica segunda guerra mundial, una joven pareja junto a su pequeño hijo, regresa a su pueblo natal para rehacer su vida y emprender un nuevo futuro, alejados de aquellos trágicos años y sus consecuencias, lo que allà descubrirán les cambiará la vida por completo...
La escena es en Madrid en casa de don Andrés.El teatro representa una sala con puerta al foro y tres laterales: una a la derecha del actor, que es la del cuarto de DOÑA VENANCIA y DOÑA ANTONIA; y dos a la izquierda, que dan paso a varias salas y habitaciones de casa. A la izquierda un espejo de cuerpo entero, una mesita con las alhajas de la novia. Al otro lado un despacho o mesa para escribir.Escena IDON JUAN.- (Sale por el foro, y se detiene para hablar hacia dentro) Agradezco el favor de usted... Viva usted mil años. Tenga usted la bondad de esperar un poquito... la novia no está vestida todavía... ¡Ah! Caballero, aprecio infinito la parte que usted toma en mi dicha. -Lleve el diablo los cumplidos... No, no se me olvidará que es hoy el día más feliz de mi vida. Todos toman a empeño el recordarmelo y repetirlo, formando una especie de eco. Los criados de la casa por una parte haciendo mil cortesías; por otra la modista, el repostero, y otros mil presentándome sus cuentas. ¡Qué cara, cuesta la dicha! Y luego tantas gentes toman parte en la mía que apenas me quedará un poquito para mí.
REY Ya solos hemos quedado; padre, tomad, pues, asiento; tomad, que abriros intento hoy mi pecho acongojado.(FROILÁN toma un sillón, y se sienta al lado del REY.)Bien lo veis: funesto mal mi triste vida consume, y en vano el arte presume parar mi instante fatal: no me importa, venga, vuele; mas bien temo su tardanza: en Dios pongo mi confianza; sólo mi nación me duele. FROILÁN Señor, no habléis de esa suerte, ni cedáis al desconsuelo: mirad que ofendéis al cielo así invocando a la muerte. REY ¡Yo invocarla...! Padre, no: lejos de mí tal pecado; mas si hay un rey desgraciado, ése sin duda soy yo. FROILÁN ¿Por qué, señor...? ¿Hay alguno que en poder con vos se iguale? Pues ¿cuál otro cetro vale el cetro español...? Ninguno. Leyes os miran dictar al uno y otro hemisferio, y jamás en vuestro imperio el sol deja de alumbrar. Con raudales de oro y plata todo un mundo os enriquece: ¿quién tributos no os ofrece? ¿Quién no os respeta y acata?
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