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¿Te gustarÃa conocer más sobre las costumbres y hábitos de la época de Luis Coloma? En este cuadro de costumbres podrás encontrar una descripción detallada de las creencias y actividades de aquel tiempo, a través de las vivencias de un piojo. SÃ, has leÃdo bien, un piojo. Acompaña a este curioso personaje mientras te guÃa por los rincones más recónditos de la sociedad española de finales del siglo XIX.This work has been selected by scholars as being culturally important, and is part of the knowledge base of civilization as we know it.This work is in the "public domain in the United States of America, and possibly other nations. Within the United States, you may freely copy and distribute this work, as no entity (individual or corporate) has a copyright on the body of the work.Scholars believe, and we concur, that this work is important enough to be preserved, reproduced, and made generally available to the public. We appreciate your support of the preservation process, and thank you for being an important part of keeping this knowledge alive and relevant.
Los Cuentos para niños de Luis Coloma son una antología de algunos de los relatos más conocidos del autor que incluye:Las dos madresPeriquillo sin miedoLa camisa del hombre felizLas tres perlasy ¡Porrita componte!...En estos Cuentos para niños el lector encontrará una visión cristiana de la vida. Ello se evidencia a través de personajes como este Conde que citamos a continuación, de quien se dice que:Pasó la niñez con su inocencia y llegó la juventud con sus devaneos... se separó de su madre, para ir agregado a una embajada, a una corte extranjera.... y: poco a poco trastornó su cabeza la lisonja, y corrompieron su corazón el ocio y la opulencia.Ante este escenario Luis Coloma construye un relato en que la salvación de su protagonista es solo posible gracias a los recuerdos de su pasado y a sus oraciones. En el resto de los cuentos aquí reunidos la vida, la muerte, el crimen y el pecado son descritos con crudeza, y nos dan un panorama sobre las inclemencias de la vida.
Perpleja estaba aquella mañana Pepita Ordóñez sentada en su tocador, con dos cartas, una en cada mano. Dejolas al fin sobre un acerico erizado de alfileres, y, apoyando ambos codos entre la multitud de cachivaches que ocupaban la mesa de un Pompadour algo turquesco, fijó esa mirada sin vista conque la juventud contempla las ilusiones, en la luna del espejo. Allí se reflejaba su carita de muñeca de china, coronada por dos papillotes que levantaban sobre su frente sus cuatro puntitas de papel, como otros tantos erguidos cuernecitos.Indudable era que Pepita Ordóñez soñaba despierta, paseándose por los floridos jardines que había hecho brotar en su imaginación alguna de aquellas cartas. Era ésta un billetito triangular, de un rojo subidísimo, márgenes negros, letra de mujer en el sobrescrito, de rasgos firmes y elegantes, y un diablito negro por sello, muy primoroso, montado en un velocípedo.No por esto olía a azufre: apestaba a oppoponax, esencia entonces muy en boga, y bien merecía por todo su aspecto contener la cita de alguna cocotte en el kiosco de Saint-James. Nada de esto contenía sin embargo: las honradas damas españolas acogen con tanto afán las chucherías venidas de Francia, que no se cuidan de inquirir el mayor o menor decoro de su procedencia.
A los señores suscritores del Mensajero del Corazón de JesúsCosa extraña es por cierto que, al dedicar a los suscritores del Mensajero el presente tomo de Lecturas recreativas, coleccionadas por la Dirección de dicha Revista, comencemos por declarar con toda franqueza, que ninguna de esas Relaciones ha sido escrita expresamente para ellos.Los suscritores del Mensajero, personas piadosas en su totalidad, y conocedoras en su mayor parte de los caminos y máximas de la vida espiritual, no necesitan que se les presente lo que nuestra Santa Religión manda, y aun lo que solamente aconseja, engalanado con los atavíos, de la poesía y de la fábula, a la manera que se presentan al enfermo las píldoras amargas, envueltas en una brillante capa dorada. No encuentran estas almas sanas en los suaves deberes de la Religión, ni en los sublimes consejos del Evangelio, píldoras amargas: encuentran, por el contrario, ricos veneros de gracia y salvación, que se apresuran a buscar y gustar en los limpios manantiales de escritores puramente morales y ascéticos. Para ellas es siempre interesante el P. Tomás de Kempis, ameno San Francisco de Sales, divertidos y prácticos Fray Luis de Granada y el P. Alonso Rodríguez.
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