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From the author of countless esteemed classics such as The Adventures of Huckleberry Finn, , Mark Twain¿s A Connecticut Yankee in King Arthur¿s Court follows an American engineer named Hank Morgan. When Hank suffers from a severe head injury, he falls unconscious, only to wake up in the medieval Camelot years. Learning that he has somehow traveled through space and time to be present in 6th century England during the time of King Arthur¿s rule, Hank is shocked and worried when he is discovered by guards. However, after the initial confusion and concern, Hank understands the potential of his situation, and decides to use his future knowledge for the good of the people now around him. Of course, the subjects of King Arthur¿s kingdom were skeptical of him, and consequently, soon after Hank arrived his execution was scheduled. However, because of Hank¿s knowledge, he is able to trick the people, including the king himself, into thinking that he has special powers. After using a solar eclipse to ¿prove¿ his ability, Hank is elected into a position of power, using his new authority to modernize and Americanize the medieval people. Accepting the kingdom as his new home, Hank build relationships and feels that he is making an immense difference in the lives of King Arthur and his subjects. But when the Catholic church grows uneasy about Hank¿s new influence and ideas, Hank finds himself in even more danger than he was in when he was scheduled for death row. A Connecticut Yankee in King Arthur¿s Court by Mark Twain is a classic comedy that features reflective and fascinating topics of social justice and science. Though originally published in 1889, A Connecticut Yankee in King Arthur¿s Court addresses social and political issues that are still relevant today and even predicted the first world war. With an anecdotal narrative, Twain delivers a compelling plot with humorous prose and discussion of serious societal concerns. This edition of Mark Twain¿s A Connecticut Yankee in King Arthur¿s Court features a striking new cover design and is printed in a modern font to accommodate to the desires of a contemporary audience.
¿Creéis que Tom Sawyer estaba contento después de todas aquellas aventuras? Quiero decir, las aventuras que corrimos por el río, en los tiempos en que liberamos a nuestro negro Jim, y Tom fue herido en la pierna de un disparo). No, no estaba satisfecho. Eso sólo le hacía desear más. Tal fue el efecto que tuvieron aquellas aventuras. Veréis: cuando los tres descendíamos por el río cubiertos de gloria, como podría decirse, después de aquel largo viaje, y el pueblo nos recibió con una procesión de antorchas y discursos, con toda la gente vitoreando y aplaudiendo, algunos hasta se emborracharon, y nos convirtieron en héroes¿, aquello era lo que Tom Sawyer había ansiado ser desde siempre. Durante cierto tiempo estuvo satisfecho. Todo el mundo hablaba bien de él, y Tom levantaba orgulloso la nariz, y se paseaba por todo el pueblo como si le perteneciera. Algunos le llamaban Tom Sawyer, el viajero, y eso le hacía hincharse tanto que parecía a punto de reventar. Se mofaba bastante de mí y de Jim, pues nosotros habíamos bajado el río sólo con una balsa, y volvíamos en un barco de vapor, mientras que Tom había ido y vuelto en vapor. Los muchachos nos tenían mucha envidia a Jim y a mí, pero ¡demonios!, ante Tom sucumbían.
The Adventures of Tom Sawyer by Mark Twain is a classic coming-of-age novel that immerses readersin the sights, sounds and smells of a small Missouri town in the mid-nineteenth century. As readersfollow the misadventures of the mischievous young protagonist, they are transported to a world oflush greenery, fresh river water and creaking wooden fences.The novel opens with the chirping of birds and the rustling of leaves as Tom Sawyer sneaks out ofhis bedroom window to meet his friend Huckleberry Finn. As the boys explore the town and itssurroundings, readers are treated to the salty smell of the Mississippi River, the cloying sweetnessof honey stolen from a beehive and the musty odour of a haunted house.Mark Twain's masterful use of sensory details is particularly evident in his descriptions of the town'slively characters. The reader can practically hear the raucous laughter of the rowdy boys in Tom'sgang, the clanging of the blacksmith's hammer, and the shrill voice of Tom's aunt Polly as she scoldshim for his misbehaviour.Overall, The Adventures of Tom Sawyer is a delightful sensory feast that transports readers to asimpler time and place, immersing them in a world of mischief, adventure and unforgettable sensoryexperiences.
El Creador estaba sentado en su trono, pensando. A sus espaldas se extendía el ilimitado continente del cielo, impregnado en un glorioso resplandor de luz y color; y ante Él se elevaba, como un muro, la negra noche del Espacio. Su poderosa mole se alzaba hacia el cenit robusta como una montaña coronada por su divina cabeza, que relucía como un sol distante. A sus pies se erguían tres personajes colosales, disminuidos por contraste casi hasta la extinción; eran los arcángeles, cuyas cabezas le llegaban a la altura del tobillo.Cuando el Creador terminó de pensar, dijo: ¿He pensado. ¡Mirad!Levantó la mano y de ella surgió un chorro de fuego pulverizado, un millón de soles fabulosos que hendieron y surcaron la oscuridad, alejándose y alejándose, menguando en tamaño y brillo al penetrar los distantes confines del Espacio, hasta convertirse en minúsculos diamantes refulgiendo bajo la inmensa bóveda del universo.Al cabo de una hora, el Gran Consejo se disolvió.Impresionados y pensativos, los miembros se alejaron de la Presencia y se retiraron a un lugar privado para poder hablar con libertad. Ninguno de los tres parecía dispuesto a iniciar la conversación, prefiriendo que lo hiciera algún otro. Todos deseaban ardientemente discutir el gran acontecimiento, pero no deseaban comprometerse hasta saber cómo lo valoraban los demás. Así que hubo un cruce de palabras vagas y titubeantes sobre temas sin importancia; y aquello se prolongó tediosamente sin llegar a ninguna parte, hasta que finalmente el arcángel Satán se armó de valor ¿cosa de la que estaba sobradamente aprovisionadö y rompió el hielo.
¡Tom! Silencio. -¡Tom! Silencio. -¡Dónde andará metido ese chico!... ¡Tom! La anciana se bajó los anteojos y miró, por encima, alrededor del cuarto; después se los subió a la frente y miró por debajo. Rara vez o nunca miraba a través de los cristales a cosa de tan poca importancia como un chiquillo: eran aquéllos los lentes de ceremonia, su mayor orgullo, construidos por ornato antes que para servicio, y no hubiera visto mejor mirando a través de un par de mantas. Se quedó un instante perpleja y dijo, no con cólera, pero lo bastante alto para que la oyeran los muebles: -Bueno; pues te aseguro que si te echo mano te voy a... No terminó la frase, porque antes se agachó dando estocadas con la escoba por debajo de la cama; así es que necesitaba todo su aliento para puntuar los escobazos con resoplidos. Lo único que consiguió desenterrar fue el gato. -¡No se ha visto cosa igual que ese muchacho! Fue hasta la puerta y se detuvo allí, recorriendo con la mirada las plantas de tomate y las hierbas silvestres que constituían el jardín. Ni sombra de Tom. Alzó, pues, la voz a un ángulo de puntería calculado para larga distancia y gritó: -¡Tú! ¡Toooom!
Fue el año 1590. Invierno. Austria quedaba muy lejos del mundo y dormía; para Austria era todavía el Medioevo, y prometía seguir siéndolo siempre. Ciertas personas retrocedían incluso siglos y siglos, asegurando que en el reloj de la inteligencia y del espíritu se hallaba Austria todavía en la Edad de la Fe. Pero lo decían como un elogio, no como un menosprecio, y en este sentido lo tomaban los demás, sintiéndose muy orgullosos del mismo. Lo recuerdo perfectamente, a pesar de que yo solo era un muchacho, y recuerdo también el placer que me producía. Sí, Austria quedaba lejos del mundo y dormía; y nuestra aldea se hallaba en el centro mismo de aquel sueño, puesto que caía en el centro mismo de Austria. Vivía adormilada y pacífica en el hondo recato de una soledad montañosa y boscosa, a la que nunca, o muy rara vez, llegaban noticias del mundo a perturbar sus sueños, y vivía infinitamente satisfecha. Delante de la aldea se deslizaba un río tranquilo, en cuya superficie se dibujaban las nubes y los reflejos de los pontones arrastrados por la corriente y las lanchas que transportaban piedra; detrás de la aldea se alzaba una ladera llena de arbolado, hasta el pie mismo de un altísimo precipicio; en lo alto del precipicio se alzaba ceñudo un enorme castillo, con su larga hilera de torres y de baluartes revestidos de hiedras; al otro lado del río, a una legua hacia la izquierda, se extendía una ondulante confusión de colinas revestidas de bosque, y rasgadas por serpenteantes cañadas en las que jamás penetraba el sol; hacia la derecha, el terreno estaba cortado a pico sobre el río, y entre ese precipicio y las colinas de que acabamos de hablar, se extendía en la lejanía una llanura moteada de casitas pequeñas que se arrebujaban entre huertos y árboles umbrosos.
No hay ningún carácter, por bueno y puro que sea, que no se pueda destruir con el ridículo, por tosco y mezquino que sea. Observemos al asno, por ejemplo: su carácter es casi perfecto, es el espíritu más selecto entre todos los animales más humildes, y sin embargo ya sabemos lo que el ridículo ha hecho de él. En vez de sentirnos halagados cuando nos llaman asnos, nos quedamos dudosos.¿Del calendario del Bobo Wilson.La persona que ignora los asuntos legales siempre puede cometer errores al tratar de fotografiar con su pluma una escena de un tribunal; y por eso, yo no quería que los capítulos legales de este libro fueran a la imprenta sin someterlos antes a una revisión y corrección rígidas y exhaustivas hechas por un experto leguleyö si es así como los llaman. Esos capítulos son ahora correctos en todos sus detalles, porque fueron escritos de nuevo bajo la mirada vigilante de William Hicks, quien estudió algo de leyes un tiempo en el sudoeste de Missouri, hace treinta y cinco años, y luego vino a Florencia por su salud y sigue trabajando, por la comida y la cama, en el almacén de piensos de Macaroni Vermicelli, que se encuentra en el primer callejón que vemos al doblar la esquina de la Piazza del Duomo, un poco más allá de la casa que tiene la pared de piedra, donde Dante acostumbraba sentarse hace seiscientos años, cuando dejó de contemplar cómo construían el campanile del Giotto, pero se cansaba de esperar que Beatrice pasara por allí para comprarse un trozo de pastel de castañas y poder defenderse con él en caso de una revuelta gibelina, antes de llegar a la escuela, en el mismo puesto donde lo venden hoy en día, tan ligero y bueno como entonces, y eso no es ninguna adulación, ni mucho menos. Había olvidado un poco las leyes, pero las refrescó por causa de este libro, y los dos o tres capítulos legales están ahora perfectos. Él mismo me lo dijo así.
Mark Twain's own autobiography remains the last of Twain's incredible long stories. Here he expresses his story in his own specific way, freely sharing his joys and sorrows, his bitterness and honors, and his likes and dislikes, as always jokingly. Not often, this is the story, and some of it is true. More than the tale of a literary person, this memoir is anchored in his relationship with his family and what they all meant to him as a husband, father, and artist. It also includes various of Twain's best comic tales about his rowdy childhood in Hannibal, his misadventures in the Nevada region, his famous Whittier birthday speech, his travel abroad stories, and many more.
En la antigua ciudad de Londres, un cierto día de otoño del segundo cuarto del siglo XVI, le nació un niño a una familia pobre, de apellido Canty, que no lo deseaba. El mismo día otro niño inglés le nació a una familia rica, de apellido Tudor, que sí lo deseaba. Toda Inglaterra también lo deseaba. Inglaterra lo había deseado tanto tiempo, y lo había esperado, y había rogado tanto a Dios para que lo enviara, que, ahora que había llegado, el pueblo se volvió casi loco de alegría. Meros conocidos se abrazaban y besaban y lloraban. Todo el mundo se tomó un día de fiesta; encumbrados y humildes, ricos y pobres, festejaron, bailaron, cantaron y se hicieron más cordiales durante días y noches. De día Londres era un espectáculo digno de verse, con sus alegres banderas ondeando en cada balcón y en cada tejado y con vistosos desfiles por las calles. De noche era de nuevo otro espectáculo, con sus grandes fogatas en todas las esquinas y sus grupos de parrandistas alegres alborotando entorno de ellas. En toda Inglaterra no se hablaba sino del nuevo niño, Eduardo Tudor, Príncipe de Gales, que dormía arropado en sedas y rasos, ignorante, de todo este bullicio, sin saber que lo servían y lo cuidaban grandes lores y excelsas damas, y, sin importarle, además. Pera no se hablaba del otro niño, Tom Canty, envuelto en andrajos, excepto entre la familia de mendigos a quienes justo había venido a importunar con su presencia.
Al rato se acercó una niña muy bella, de unos diez años con una catarata de cabello dorado que descendía por su espalda. Sobre la cabeza llevaba una guirnalda de encendidas amapolas rojas, y nada más. Era el más hermoso atuendo que jamás había visto, aunque fuese tan exiguo. Caminaba indolentemente, sin preocupaciones, su paz interior reflejada en la inocencia del rostro. El tipo del circo no le prestó la menor atención, ni siquiera pareció verla. Y ella... ella no se sorprendió en absoluto de su extravagante aspecto; con estuviese acostumbrada a ver apariciones semejantes todos los días. Pasaba de largo tan indiferentemente, como si se hubiese cruzado con un par de vacas; pero me vio, ¡y entonces sí que se produjo un cambio! Alzó las manos como si se hubiera quedado petrificada, y con la boca abierta de par en par y los ojos fijos y medrosos era la mismísima estampa del asombro mezclado con el miedo. Se quedó mirándome con una especie de fascinación estupefacta, hasta que doblamos el recodo del bosque y nos perdió de vista. Que se hubiera sobresaltado al verme, y no cuando había visto al otro, era demasiado para mí; no le encontraba ni pies ni cabeza al asunto. Y que me considerara a mí un espectáculo, pasando completamente por alto sus propios méritos al respecto, era otro enigma, y también una demostración de magnanimidad inesperada en alguien tan joven. Había allí motivos de reflexión. Seguí caminando como si estuviera en mitad de un sueño.
[Date: 1601.] Conversation, as it was by the Social Fireside, in the Time of the Tudors. or simply 1601 is the title of a short risqué squib by Mark Twain, first published anonymously in 1880, and finally acknowledged by the author in 1906.Written as an extract from the diary of an "old man", Queen Elizabeth I's "cup-bearer", the pamphlet purports to record a conversation between Elizabeth and several famous writers of the day. The topics discussed are entirely scatological, notably flatulence, flatulence humor, and sex.1601 was, according to Edward Wagenknecht, "the most famous piece of pornography in American literature." However, it was more ribaldry than pornography; its content was more in the nature of irreverent and vulgar comedic shock than obscenity for sexual arousal.Prior to the court decisions in the United States in 1959-1966 that legalized the publication of Lady Chatterley's Lover, Tropic of Cancer, and Fanny Hill, the piece continued to be considered unprintable, and was circulated clandestinely in privately printed limited editions.
This volume gathers eight of Mark Twain's most-loved humorous stories and features "The Celebrated Jumping Frog of Calaveras County"-the career-making story of a visit by an inveterate gambler to an old mining camp in California's Gold Country. The undisputed master of the tall tale, Twain's legendary deadpan delivery and his ability to pile on and compound the hilarity make his stories as uproarious as they are singular. His humor also reveals a keen insight into not only what makes us laugh but what makes us human. This Warbler Classics edition includes Twain's 1894 essay "Private History of the 'Jumping Frog' Story," which includes Twain's "retranslation" from the French, and a detailed biographical timeline.
The Adventures of Tom Sawyeris an 1876 novel by Mark Twain about a boy growing up along the Mississippi River. It is set in the 1840s in the town of St. Petersburg, which is based on Hannibal, Missouri, where Twain lived as a boy. In the novel, TomSawyer has several Adventures, often with his friend Huckleberry Finn
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