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No lejos de la unión del Corneja con el Tormes, en un lugar de las tierras altas de Ãvila llamado La Aldehuela, hay cuatro viejos cuervos que conocen todas las historias del entorno.Si usted se acerca con tiento, quizá pueda oÃr la de los cómicos que allà representaron cuando iban camino de Barco o la de las rosquillas listas y las ánimas del purgatorio.Lope, fénix de los ingenios, contó ya una de las más antiguas, la de Hernando de Toledo, que luego fue prior de la Orden de San Juan de Jerusalén en Castilla y en León. Pero quedan pendientes otras muchas, que basta dar dos patadas por esos campos -y afinar la oreja- para percibir la copla del tiempo, sus historias viejas que allà siguen vivas.Estas siete son de cuando los peros se llamaban asà por esa tierra del Corneja y del Tormes, o sea de tiempos de Maricastaña. Cada una de su padre y de su madre, con un narrador que en alguna se sitúa en la infancia, en otra a las puertas de la vejez, el tono cambia como el agua que va buscando el arrimo de la hondonada, la sombra donde nace la canción.Desde el filo de los años 50 y 60 hasta la actualidad del lector, La Aldehuela se hace aquà recuerdo, pero también tierra para mover las botas en la maravilla del espliego y el tomillo, a veces con el regalo del agua o el crotoreo de una cigüeña.
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