Descubrí que no buscaba la felicidad porque cuando la sentía me concentraba en mi presente sin cuestionarme; la reconozco tan efímera que aprendí a abrazar mi infelicidad porque es ella quien me acompaña cada segundo.
La infelicidad es aquella que me toma de la mano y me presenta un mundo cambiante y estático, breve y extenso, pequeño y enorme; aprecio mi infelicidad porque tenerla por un tiempo hace que valga la pena mi espera, si a cambio me prestará por unos momentos la felicidad.
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