Om La Rebelión de Los Muertos
Caminaba por las desérticas calles del pueblo en compañÃa del misterioso cliente. La espesa niebla cubrÃa las calles como un opaco velo, nebuloso e insondable, que dificultaba la visión de un cielo plomizo preñado de nubarrones grisáceos que amenazaban con descargar agua de un momento a otro. La campana de la parroquia doblaba a duelo, difundiendo destemplados tañidos por encima de los tejados de las casas. Era evidente que un vecino del pueblo acababa de morir, si bien, el carpintero no habÃa tenido noticias de deceso alguno. Continuó andando junto al sombrÃo cliente. Ninguno de los dos pronunciaba una sola palabra. Entre ambos se habÃa instaurado un embarazoso silencio. Llegaron a las afueras del pueblo y atravesaron la verja del cementerio. Al igual que en las calles del pueblo, en el camposanto no se adivinaba signo de presencia humana, presentando un aspecto lúgubre y fantasmagórico que ponÃa los vellos de punta. El cliente le hizo una señal con la mano, indicándole que lo siguiera, y, sorteando un bosque de cruces y lápidas, lo guió hasta una tumba que aparecÃa abierta. Le hizo un gesto con la cabeza, señalándole la tumba, y el carpintero se asomó a la oscura oquedad...
... Estaba vacÃa.
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