El Mundo Venidero

La vida después de la muerte es un misterio, un arcano que cautivó la mente y el corazón del homo sapiens desde la Revolución Cognitiva hace setenta mil años. Grupos, etnias, culturas, diferentes unas de otras en espacio y tiempo trataron de desenmarañar la incógnita sobre la identidad, la consciencia individual más allá de los linderos de la vida. Nos han sobrevivido en el primer cuarto del siglo XXI, una maraña de ideas que sincretizaron las creencias orientales acerca de la reencarnación, con la cosmovisión de cada comunidad alrededor del globo, en la búsqueda incesante de la certeza de que, de alguna forma, la vida humana tiene más trascendencia que los pocos años que atravesamos sobre la tierra.
La Biblia, un recuento de tradiciones sumarias, conceptos cananitas, la imago mundi hebrea, interpretaciones rabínicas talmudistas plasmadas en el Nuevo Testamento, aunado a la visión única de los planteamientos del Cristo, muestran todo un abanico de posibilidades y de lugares a los que puede acceder el alma que ha dejado su cuerpo físico para perseguir el sueño de la Resurrección de los Muertos.
El libro de Ayala, un análisis profundo y sistemático acerca de los lugares de castigo y de descanso propuestos por el texto bíblico, es más que una detallada descripción de cada sitio espiritual al que puede acceder el fiel: Se trata de una compilación de vivencias de cercanos que de alguna manera legaron pistas para poder entender una revelación tan profunda como oscura y vedada de lo que es el Mundo Venidero, el sitio al que todos, tarde o temprano, accederemos, cuando dejemos nuestras vidas terrenales y lleguemos al conocimiento de quién nos conoció primero.
Un libro que promete consuelo a los deudos, que da esperanza a los agonizantes, con bases bíblicas, de que la vida perdura más allá de la muerte.
Esta versión impresa, en un cómodo tamaño de 5x8 pulgadas, es un texto robusto con un tipo de letra Palatino, el que utiliza Ayala cuando discute el texto bíblico; sus comentarios, en tipo de letra Futura, una letra que nació en el año en que él mismo se convirtió en un creyente y seguidor del Mesías.