Om LA DOROTEA
GER.¿ El amor y la obligación no sólo me mandan, pero porfiadamente me fuerzan, amiga Teodora, a que os diga mi sentimiento.
TEO.¿ ¿En qué materia, Gerarda?
GER.¿ De Dorotea, vuestra hija.
TEO.¿ No es tanto que ella yerre como que vos lo advirtáis.
GER.¿ Como eso puede nuestra amistad antigua y el amor que la tengo.
TEO.¿ Bien se conoce del afecto con que desde el principio de nuestra plática me la habéis encarecido.
GER.¿ La mayor desdicha de los hijos es tener padres olvidados de su obligación, o por el grande amor que los tienen, o por el poco cuidado con que los crían.
TEO.¿ ¿Puédese negar a la naturaleza el amor de la sangre, ni el de la crianza a sus gracias, desde la lengua balbuciente hasta el discurso de la razón?
GER.¿ Puede, cuando el castigo importa.
TEO.¿ En la parte de la naturaleza, sería quebrar un hombre su espejo porque le retrata, pues el inocente cristal lo que le dan eso vuelve; y en la de la crianza, lo que sucede a los animales y aves, que se crían todo el año para matarlos un día.
GER.¿ Si el hijo retrata al padre en las costumbres, perdónele porque le parece. Si no, bien puede quebrar el espejo, pues que no le retrata; que cuando vos érades moza, lo mismo hacíades con el cristal que no os hacía buena cara.
TEO.¿ Eso de cuando érades moza, pudiérades haber excusado, que ahora también lo soy.
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