Om Las Mujeres Sabihondas
ARMANDA.-¡Dios mío, de qué poca calidad es vuestro espíritu! ¡Qué personaje más vulgar representáis en el mundo, limitándoos a las exigencias de un hogar, y sin vislumbrar otros placeres más conmovedores que los que se desprenden de idolatrar a un marido y a unas criaturas! Dejad para la gente común y corriente, para las personas vulgares, las toscas diversiones de esa clase de compromisos. Llevad vuestros propósitos a más altos horizontes, pensad en disfrutar placeres más nobles, y tratando con distancia a los sentidos y a la materia, entregaos por completo al espíritu como yo. A la vista tenéis el ejemplo de nuestra madre, a quien en todos sitios honran con el nombre de sabia; procurad, como en mi caso, mostraros digna hija suya; aspirad al esplendor que tenemos en la familia y haceos sensible a las dulzuras seductoras que el amor al estudio difunde en los corazones. Lejos de sujetaros como una esclava a los dictados de un hombre, desposaos con la filosofía, querida hermana, que nos eleva por encima de todo el género humano, concediendo a la razón el imperio, supremo, sometiendo a sus leyes esa parte animal llena de groseros apetitos que nos rebaja al nivel de las bestias. Considerad los bellos fuegos, los dulces afectos que deben llenar todos los momentos de la vida, y comprenderéis que los afanes a que se limitan tantas mujeres sensibles tienen algo de horrible bajeza.
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