Silencios Oscuros

Mi relato comienza en el seno de una familia de profunda humildad, donde la comunicación y la expresión de afecto no eran precisamente el lenguaje común. Mi padre, un hombre de naturaleza callada y reservada, nos amaba, a su manera silente, siendo el proveedor y el pilar laborioso de nuestro hogar sin expresar sus sentimientos. Mi madre, privada de educación formal, abandonó su hogar a los diez años para trabajar, y a los dieciséis, su vida se entrelazó con la de mi padre, iniciando nuestra historia familiar, donde yo, la mayor de seis hermanos, emergí. Crecí en un entorno donde la protección se convirtió en mi instinto, sobre todo hacia mis hermanas. La inocencia de mi niñez fue manchada por acciones indebidas de personas en quienes debíamos confiar. Estos sucesos, que iniciaron a los cinco o seis años, permanecieron en un silencio sepulcral, una carga que solo yo conocía y que me empujaba a ser la guardiana de mis hermanos. La escuela fue otro campo de batalla: el acoso escolar marcó mis días y la incomprensión paterna ante mi sufrimiento me enseñó a mantener mis penas en secreto. Mi educación, interrumpida por la violencia y la necesidad de trabajar, me llevó por caminos laborales diversos, donde la felicidad era un visitante fugaz. En esta historia, los amores efímeros y las traiciones dejaron cicatrices, y la búsqueda de refugio en relaciones dañinas se convirtió en un ciclo del que me costó escapar. La vida me puso a prueba con pérdidas, duelos y desafíos económicos y emocionales, enseñándome que la fortaleza se forja en el fuego de la adversidad.
Este es un viaje de autodescubrimiento, de lucha y resiliencia, un testimonio de una mujer que, a pesar de las tempestades, se levanta con la esperanza de un nuevo amanecer. La vida me ha golpeado, pero también me ha enseñado que cada amanecer trae consigo la promesa de un nuevo comienzo.